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Reflexiones Diarias - Enero

Enero


El escuchar - El aprender - La autoridad - El conocimiento propio

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31 de Enero
«La relación es un espejo

El conocimiento propio no lo es de acuerdo con alguna fórmula. Uno puede acudir a un psicólogo o a un psicoanalista para averiguar acerca de sí mismo, pero eso no es conocimiento propio. El conocimiento propio surge cuando estamos atentos a nosotros mismos en la relación, la cual revela lo que somos de instante en instante. La relación es un espejo en el cual podemos vernos tal como realmente somos.

Pero pocos tenemos la capacidad de mirarnos tal cual somos en la relación, porque inmediatamente comenzamos a censurar o justificar lo que vemos. Juzgamos, evaluamos, comparamos, negamos o aceptamos, pero jamás observamos verdaderamente lo que es, y para la mayoría de las personas esto parece lo más difícil de hacer; no obstante, sólo esto puede dar comienzo al conocimiento propio.

Si en este espejo extraordinario de la relación, el cual no deforma nada, podemos vernos así como somos, si simplemente tenemos la capacidad de mirar con atención plena en este espejo y ver realmente lo que es, estar atentos a ello sin condenar, ni juzgar, ni evaluar y uno mira así cuando hay un interés serio-, encontraremos que la mente puede liberarse de todo su condicionamiento. Sólo entonces está libre para descubrir lo que se encuentra más allá del campo del pensamiento.

Al fin y al cabo, por erudita o insignificante que la mente sea, está, consciente o inconscientemente, limitada, condicionada, y cualquier extensión de este condicionamiento sigue estando dentro del campo del pensar. Así pues, la libertad es algo por completo diferente.»


30 de Enero

«El conocimiento propio

El recto pensar llega con el conocimiento propio. Si no nos comprendemos a nosotros mismos, nuestro pensamiento carece de base; sin el conocimiento propio, lo que pensamos no es verdadero.

Yo y el mundo no somos dos entidades diferentes con problemas separados; yo y el mundo somos uno. Mi problema es el problema del mundo. Yo puedo ser el resultado de ciertas tendencias, de influencias ambientales, pero en lo fundamental no soy diferente de otro. Internamente somos todos muy semejantes: a todos nos impulsa la codicia, la mala voluntad, el miedo, la ambición, etc.

Nuestras creencias, esperanzas, aspiraciones, tienen en todos una base común. Somos todos uno, somos una sola humanidad, aunque nos dividan las fronteras artificiales de la economía, la política y el prejuicio. Si mato a otro, me estoy destruyendo a mí mismo. Uno es el centro de lo total; si no se comprende a sí mismo, no puede comprender la realidad.

Tenemos un conocimiento intelectual de esta unidad, pero mantenemos el conocimiento y el sentimiento en secciones diferentes; en consecuencia, jamás experimentamos la unidad extraordinaria del ser humano.»


29 de Enero

«El vacío creativo

¿No puede usted escuchar esto de la misma manera como la tierra recibe la semilla, y ver si la mente es capaz de estar libre, vacía? Puede estar vacía sólo comprendiendo sus propias proyecciones, sus propias actividades, no de vez en cuando, sino de día en día, de instante en instante.

Entonces encontrará la respuesta, verá que el cambio llega sin que lo pida, verá que el estado de vacío creativo no es algo que pueda ser cultivado; está ahí, adviene misteriosamente, sin invitación alguna, y sólo en ese estado hay una posibilidad de renovación, de que ocurra algo nuevo, una revolución interna.»


28 de Enero

«Conocerse a sí mismo

Sin conocerse a sí mismo, haga uno lo que hiciere, no es posible el estado de meditación. Entiendo por «conocerse a sí mismo», conocer cada pensamiento, cada estado de ánimo, cada palabra, cada sentimiento; conocer la actividad de la propia mente, no el yo supremo, el gran yo; no existe tal cosa; el yo superior, el atma, sigue estando dentro del campo del pensamiento.

El pensamiento es el resultado de nuestro condicionamiento, es la respuesta de nuestra memoria, tanto de la ancestral como de la inmediata. Si no hemos establecido primero, de manera profunda, irrevocable, esa virtud que adviene cuando nos conocemos a nosotros mismos, el mero intento de meditar es totalmente engañoso y absolutamente inútil.

Por favor, es muy importante que aquellos que son serios, comprendan esto. Ya que si no lo hacen, su meditación y el vivir factual estarán divorciados, separados, tan ampliamente separados que, aun cuando uno pueda meditar, adoptar posturas indefinidamente por el resto de su vida, no verá más allá de su nariz. Cualquier postura que adopte, cualquier cosa que haga, no tendrá en absoluto sentido alguno.

... Es importante comprender qué es este conocerse a sí mismo: simplemente, estar atento, sin opción ni preferencia alguna, al «yo», el cual tiene su origen en un haz de recuerdos; sólo estar conscientes de él sin interpretarlo, tan sólo observar el movimiento de la mente. Pero esa observación se ve impedida cuando, por medio de la observación, uno se limita a acumular ideas sobre qué debe hacer, qué no debe hacer, qué debe lograr. Si procedemos así, ponemos fin al proceso vivo que es el movimiento de la mente centrada en el «yo».

O sea, tengo que observar y ver el hecho, lo factual, lo que es. Si esa observación la abordo con una idea, con una opinión como la de «no debo», o «debo», que son las respuestas de la memoria-, entonces el movimiento de lo que es se ve obstaculizado, bloqueado; por lo tanto, no existe el aprender.»


27 de Enero

«La mente quieta, la mente sencilla

Cuando estamos conscientes de nosotros mismos, ¿no es todo el movimiento del vivir un modo de dejar al descubierto el «yo», el ego? El «yo», el «sí mismo», es un proceso muy complejo que puede ser descubierto solamente en la relación, en nuestras actividades cotidianas, en la manera como hablamos, como juzgamos, como calculamos, como censuramos a otros y a nosotros mismos.

Todo eso revela el estado condicionado de nuestro propio pensar. No es importante, pues, darnos cuenta de todo este proceso? Sólo mediante la percepción, de instante en instante, de lo que es verdadero, existe el descubrimiento de lo intemporal, de lo eterno. Sin conocimiento propio, no podemos dar con lo eterno.

Cuando no nos conocemos a nosotros mismos, lo eterno se vuelve una mera palabra, un símbolo, una especulación, un dogma, una creencia, una ilusión por medio de la cual la mente puede escapar. Pero si uno empieza a comprender el «yo» en todas sus diversas actividades cotidianas, entonces, por obra de esa comprensión misma y sin que haya esfuerzo alguno, surge a la existencia lo innominado, lo intemporal. Pero lo intemporal no es una recompensa por el conocimiento propio.

No se puede tratar de obtener lo eterno; la mente no puede adquirirlo. Se manifiesta a sí mismo cuando la mente está quieta, y la mente puede estar quieta sólo cuando es sencilla, cuando ya no acumula, ni condena, ni juzga, ni sopesa. Sólo la mente sencilla puede comprender lo real; no así la mente repleta de palabras, conocimientos, informaciones. La mente que analiza, que calcula, no es una mente sencilla.»


26 de Enero

«La creatividad a través del conocimiento propio

... No hay un método para el conocimiento propio. El hecho de buscar un método implica, invariablemente, el deseo de obtener algún resultado; y eso es lo que todos queremos: obtener resultados. Seguimos a la autoridad si no es la autoridad de una persona, es la de un sistema, de una ideología- porque queremos un resultado que habrá de ser satisfactorio, que nos brindará seguridad.

En realidad, no deseamos conocernos a nosotros mismos, nuestros impulsos y nuestras reacciones, todo el proceso de nuestro pensar, tanto lo consciente como lo inconsciente; deseamos más bien seguir un sistema que nos asegure un resultado. Pero el seguimiento de un sistema es, en todos los casos, la consecuencia de nuestro deseo de seguridad, de certidumbre, y el resultado no es, por cierto, la comprensión de uno mismo.

Cuando seguimos un método, necesitamos tener autoridades el instructor, el gurú, el salvador, el Maestro- que nos garanticen lo que deseamos; y ése no es el camino del conocimiento propio.

La autoridad impide la comprensión de uno mismo, ¿no es así? Al abrigo de una autoridad, de una guía, podemos tener transitoriamente una sensación de seguridad, de bienestar, pero eso no es comprender el problema total de nosotros mismos. La autoridad, por su propia naturaleza, impide la plena percepción de uno mismo y, por eso, destruye finalmente la libertad.

Unicamente en libertad puede existir el espíritu creativo. La creatividad sólo es posible a través del conocimiento propio.»


25 de Enero

«Conocimiento propio activo

Sin conocimiento propio, la experiencia engendra ilusión; con conocimiento propio, la experiencia, que es la respuesta al reto, no deja un residuo acumulativo como memoria. El conocimiento propio es el descubrimiento, de instante en instante, de las modalidades del «yo», de sus intenciones y de su actividad, sus pensamientos y apetitos.

Jamás puede existir «su experiencia» y «mi experiencia»; la expresión misma «mí experiencia» indica ignorancia, demuestra que uno acepta la ilusión.»


24 de Enero

«La mente sin ataduras

La transformación del mundo resulta de la transformación de uno mismo, porque uno mismo es producto y parte del proceso total de la existencia humana. Para que uno pueda transformarse, es esencial que se conozca; sin conocer lo que somos, no hay base para el recto pensar ni puede haber transformación alguna.

Uno debe conocerse tal como es, no como quisiera ser, lo cual es tan sólo un ideal y, por lo tanto, es algo ficticio, irreal; sólo lo que es puede ser transformado, no lo que uno desearía ser. Conocernos tal como somos requiere una vigilancia extraordinaria de la mente, porque lo que es experimenta modificaciones, cambios constantes; y para poder seguirlos con rapidez, la mente no debe estar atada a ningún dogma, a ninguna creencia en particular, a ningún modelo de acción. Si uno quiere ir en pos de algo, no es bueno estar atado.

Para conocernos a nosotros mismos, nuestra mente debe hallarse en un estado de percepción alerta, de vigilancia, estado en el que se halla libre de todas las creencias, de todas las idealizaciones, porque las creencias y los ideales nos dan un solo color, falseando la verdadera percepción. Si queremos saber lo que somos, no podemos imaginar algo que no somos ni creer en ello.

Si soy codicioso, envidioso, violento, de poco vale que tenga meramente un ideal de no-violencia, de no codicia [...]. La comprensión de lo que somos feos o hermosos, malvados o dañinos, lo que fuere-, el comprender sin distorsión alguna lo que realmente somos, es el principio de la virtud. La virtud es esencial, porque ella nos brinda libertad.»


23 de Enero

«El conocimiento propio es un proceso

Para comprender los innumerables problemas que tiene cada uno de nosotros, ¿no es esencial que haya conocimiento propio? Esa percepción alerta respecto de uno mismo es una de las cosas más difíciles que hay; no significa un aislamiento, un retirarse del mundo. Obviamente, es esencial que nos conozcamos, pero ello no implica que hayamos de separarnos de nuestras relaciones.

Sería, por cierto, un error pensar que uno puede conocerse a sí mismo de una manera significativa, completa, plena, mediante el aislamiento, la exclusión, o acudiendo a algún psicólogo o a algún sacerdote; o que puede aprender conocimiento propio por medio de un libro. El conocimiento propio es un proceso, no es un fin en sí mismo; y para conocernos debemos estar atentos a nosotros mismos en la acción, la cual es relación.

Uno se descubre a sí mismo, no en el aislamiento, no en el retiro, sino en la relación: relación con la sociedad, con nuestra esposa, nuestro marido, nuestro hermano; relación con la humanidad. Pero descubrir cómo reaccionamos, cuáles son nuestras respuestas, requiere un extraordinario estado de alerta mental, una notable agudeza de percepción.»


22 de Enero

«¿Puedo confiar en mi experiencia?

La mayoría de nosotros se siente satisfecha con la autoridad, porque ésta nos brinda cierta continuidad, una certidumbre, una sensación de hallarnos protegidos. Pero un hombre que quiera comprender las implicaciones de esta profunda revolución psicológica debe estar libre de la autoridad, ¿no es así? No puede acudir a ninguna autoridad, ya sea ésta de su propia creación o impuesta por otro.

Y ¿es esto posible? ¿Es posible para mí no confiar en la autoridad de mi propia experiencia? Aun cuando haya rechazado todas las expresiones externas de la autoridad libros, instructores, sacerdotes, iglesias, creencias-, sigo sintiendo que al menos puedo confiar en mis propias experiencias, en mi propio juicio, en mi propio análisis. Pero ¿puedo confiar en mi experiencia, en mi juicio, en mi análisis?

Mi experiencia es el resultado de mi condicionamiento, tal como la suya lo es de su propio condicionamiento ¿no es cierto? Puedo haber sido educado como musulmán o budista o hindú, y mi experiencia dependerá de mi trasfondo cultural, económico, social y religioso, igual que la de usted.

¿Puedo confiar en eso? ¿Puedo confiar, acaso, en la guía, la esperanza, la visión que me dará la fe en mi propio juicio, el cual es también el resultado de la acumulación de recuerdos y experiencias, el condicionamiento del pasado que se encuentra con el presente?...

Ahora bien, cuando me formulo todas estas preguntas y estoy atento a este problema, veo que hay un solo estado en el cual la realidad, lo nuevo, puede cobrar existencia, estado que da origen a una revolución.

Ese estado existe cuando la mente se halla por completo vacía del pasado, cuando no hay analizador, ni experiencia, ni juicio, ni autoridad de ninguna clase.»


21 de Enero

«La autoridad corrompe tanto al líder como al seguidor

La percepción alerta es ardua, y puesto que la mayoría de nosotros prefiere un modo fácil, ilusorio, introducimos la autoridad para que moldee nuestra vida y le fije pautas. Puede ser la autoridad de lo colectivo, del Estado; o puede ser la autoridad personal, el Maestro, el salvador, el gurú. La autoridad, de cualquier clase que sea, nos ciega, engendra irreflexión; y como la mayoría de nosotros encuentra que ser reflexivo es sufrir, nos entregamos a la autoridad.

La autoridad engendra poder, y el poder se centraliza siempre y, por eso, corrompe por completo; corrompe no sólo a la persona que lo ejerce, sino también a quien la sigue. La autoridad del conocimiento y de la experiencia pervierte, tanto si le ha sido conferida al Maestro, a su representante o al sacerdote. Lo importante es la propia vida de cada uno, este conflicto aparentemente interminable, y no el modelo o el líder. La autoridad del Maestro y del sacerdote nos separa de la cuestión fundamental, que es nuestro conflicto interno.»


20 de Enero

«¿Por qué seguimos a otros?

¿Por qué aceptamos a otros, por qué los seguimos? Seguimos la autoridad de otro, la experiencia de otro, y después dudamos de ella; esta búsqueda de autoridad y su consecuencia, la desilusión, es para la mayoría de nosotros un proceso doloroso.

Culpamos o criticamos a la autoridad alguna vez aceptada, al líder, al instructor, pero no examinamos nuestro propio anhelo de una autoridad capaz de dirigir nuestra conducta. Una vez comprendido este anhelo, comprenderemos el significado de la duda.»


19 de Enero

«Liberarse de la ignorancia, del dolor

Nosotros escuchamos con esperanza y miedo; buscamos la luz de otro, pero no estamos pasivamente alerta a fin de poder comprender. Si el liberado parece satisfacer nuestros deseos, lo aceptamos; si no, continuamos buscando a alguien que lo haga; lo que ansía la mayoría de nosotros es gratificación en diferentes niveles.

Lo importante no es cómo reconocer a alguien que está liberado, sino cómo comprendernos a nosotros mismos. Ninguna autoridad, ni aquí ni en el más allá, puede darle a uno el conocimiento de sí mismo; sin ese conocimiento propio no es posible liberarse de la ignorancia, del dolor.»


18 de Enero

«Libres desde el principio mismo

Si podemos comprender la compulsión que hay detrás de nuestro deseo de dominar o de ser dominados, entonces quizá podremos liberarnos de los efectos mutiladores de la autoridad. Anhelamos estar seguros, tener razón, éxito, saber; y este deseo de certidumbre, de permanencia, desarrolla dentro de nosotros la autoridad de la experiencia personal, mientras que exteriormente crea la autoridad de lo social, de la familia, de la religión y demás. Pero el mero ignorar la autoridad, zafarse de sus símbolos exteriores, significa muy poco.

Romper con una tradición y amoldarse a otra, abandonar a este líder y seguir a aquél, no es sino un gesto superficial. Si hemos de percibir inteligentemente todo el proceso de la autoridad, si hemos de ver su naturaleza intrínseca, si hemos de comprender y trascender el deseo de certidumbre, entonces debemos tener una percepción y un discernimiento muy amplios, debemos ser libres; libres no al final, sino desde el principio.»


17 de Enero

«La vieja mente se halla atada por la autoridad

El problema es, entonces, el siguiente: ¿Es posible para la mente que ha sido tan condicionada educada en innumerables sectas, religiones, y en toda clase de supersticiones y temores-, romper consigo misma y, de tal modo, dar origen a una mente nueva? [...]. La vieja mente es, en esencia, la mente que se halla atada por la autoridad. No estoy usando la palabra autoridad en el sentido legalista; entiendo por esa palabra la autoridad como tradición, conocimiento, experiencia, la autoridad como el medio de encontrar la seguridad y permanecer en esa seguridad, externa e internamente; después de todo, eso es lo que la mente está buscando siempre: un lugar donde pueda sentirse segura, donde no se la perturbe.

Tal autoridad puede ser la autoridad de una idea autoimpuesta o la así llamada idea religiosa de Dios, la cual no tiene realidad alguna para la persona religiosa. Una idea no es un hecho, es una ficción. La idea de Dios es una ficción; ustedes pueden creer en ella, pero sigue siendo una ficción. Para encontrar a Dios uno debe destruir por completo la ficción, porque la vieja mente es la mente temerosa, ambiciosa, la que tiene miedo de la muerte, del vivir y de la relación; consciente o inconscientemente, está siempre buscando permanencia, seguridad.»


16 de Enero

«La virtud está libre de autoridad

¿Puede la mente estar libre de la autoridad, lo cual implica que está libre de temor y, por lo tanto, ya no es susceptible de seguir a nadie? En tal caso, ello pone fin a la imitación, que es algo mecánico. Al fin y al cabo, la virtud, la ética, no son una repetición de lo bueno. En el momento en que la virtud se torna mecánica, deja de ser virtud. La virtud es algo que debe existir de instante en instante, como la humildad. La humildad no puede ser cultivada, y una mente que carece de humildad es incapaz de aprender.

De modo que la virtud está libre de autoridad. La moralidad social no es moralidad en absoluto; es inmoral porque admite la competencia, la codicia, la ambición; por lo tanto, la sociedad alienta la inmoralidad. La virtud es algo que trasciende la moralidad. Sin virtud no hay orden, y el orden no es tal conforme a un patrón, a una fórmula. La mente que sigue una fórmula disciplinándose para alcanzar la virtud, origina para sí misma problemas de inmoralidad.

Una autoridad externa aparte de la autoridad de la ley- que la mente proyecta como Dios, como moral, etc., se torna destructiva cuando esa mente está buscando comprender qué es la verdadera virtud. Cada uno de nosotros tiene su propia autoridad, como experiencia, como conocimiento, y trata de seguirla. Existe esta constante repetición, esta imitación que todos conocemos. La autoridad psicológica no la autoridad de la ley.

La autoridad del policía que cuida el orden que cada uno tiene, se vuelve destructiva de la virtud, dado que la virtud es algo viviente, en movimiento. Tal como no podemos cultivar la humildad ni podemos cultivar el amor, así tampoco la virtud puede ser cultivada; y en ello hay una gran belleza. La virtud jamás es mecánica, y sin virtud no hay base para el claro pensar.»


15 de Enero

«Destruir es crear

Para ser libre, debe usted examinar la autoridad, toda la estructura de la autoridad, y hacer pedazos toda la sucia cosa que ella implica. Y eso requiere energía, concreta energía física, y también exige energía psicológica. Pero la energía se destruye, se desgasta cuando uno se halla en conflicto [...].

Así, pues, cuando se comprende todo el proceso del conflicto, éste llega a su fin y hay abundancia de energía. Entonces uno puede proceder a demoler la casa que ha construido a lo largo de siglos y que no tiene en absoluto sentido alguno.
¿Sabe?, destruir es crear.

Debemos destruir, no los edificios, no el sistema social o económico esto sucede todos los días-, sino las defensas psicológicas, las conscientes y las inconscientes, las seguridades que hemos desarrollado racionalmente, individualmente, tanto en lo profundo como en lo superficial. Debemos romper con todo eso, a fin de estar completamente desprovistos de defensas, porque para amar, para sentir afecto, tenemos que vivir sin defensa psicológica alguna.

Entonces, uno ve y comprende la ambición, la autoridad; y comienza a entender cuándo y en qué nivel la autoridad es necesaria la autoridad del policía y nada más-. En consecuencia, no hay autoridad del aprender ni autoridad del conocimiento o de la capacidad, como tampoco la autoridad que asume la función y que se convierte en rango.

Comprender toda forma de autoridad la de los gurús, la de los Maestros y otros- requiere una mente muy aguda y un cerebro claro, no un cerebro contuso, embotado.»


14 de Enero

«La autoridad impide el aprender

Por lo general, aprendemos mediante el estudio, los libros, la experiencia, o cuando nos educan. Son los medios habituales de aprender. Aprendemos de memoria lo que debemos hacer y no hacer, lo que debemos pensar y no pensar, cómo sentir, cómo reaccionar. A través de la experiencia, del estudio, del análisis de la investigación, del examen introspectivo, almacenamos conocimientos como memoria; y la memoria responde, entonces, a los futuros retos, a las futuras exigencias, desde lo cual aprendemos más y más [...]. Lo que hemos aprendido es confiado, como conocimiento, a la memoria, y ese conocimiento funciona cada vez que hay un reto o cada vez que debemos hacer algo.

Ahora bien, yo entiendo que hay una forma totalmente distinta de aprender, y voy a hablar un poco acerca de ello; pero para comprenderlo y para aprender de esta manera diferente, usted debe estar por completo libre de la autoridad; de lo contrario, será meramente adoctrinado y repetirá lo que ha oído. Por eso es muy importante comprender la naturaleza de la autoridad. La autoridad impide el aprender el aprender que no es la acumulación de conocimientos como memoria-.

La memoria responde siempre en patrones, no hay libertad. Un hombre cargado de conocimientos, de enseñanzas, agobiado por las cosas que ha aprendido, jamás es libre. Puede ser extraordinariamente erudito, pero su acumulación de conocimientos le impide ser libre; por lo tanto, es incapaz de aprender.»


13 de Enero

«El aprender no tiene pasado

La sabiduría es algo que ha de ser descubierto por cada uno, y no es el resultado del conocimiento. El conocimiento y la sabiduría no marchan juntos. La sabiduría llega cuando hay madurez en la percepción de nosotros mismos. Si no nos conocemos a nosotros mismos, el orden no es posible y, por lo tanto, no hay virtud.
Ahora bien, aprender acerca de uno mismo, y acumular conocimientos acerca de uno mismo, son dos cosas diferentes [...].

Una mente que adquiere conocimientos jamás está aprendiendo. Lo que hace es acumular para sí misma información, experiencia como conocimiento, y desde ese trasfondo de lo que ha acumulado, experimenta, aprende; en consecuencia, jamás está aprendiendo realmente, sino siempre conociendo, adquiriendo.

El aprender existe siempre en el presente activo, no tiene pasado. Tan pronto uno se dice a sí mismo: «He aprendido», eso ya se ha vuelto conocimiento, y desde el trasfondo de ese conocimiento uno puede acumular, interpretar, pero no puede seguir aprendiendo. Sólo una mente que no adquiere sino que siempre se halla en estado de aprender, sólo una mente así puede comprender toda esta entidad que llamamos el «yo».

Tengo que conocerme a mí mismo, la estructura, la naturaleza, la significación de la entidad total; pero no puedo hacerlo cargado con mi conocimiento previo, con mi experiencia anterior, con una mente condicionada, ya que entonces no estoy aprendiendo, sólo estoy interpretando, traduciendo, mirando con ojos que ya se hallan oscurecidos por el pasado.»


12 de Enero

«El aprender jamás es acumulativo

Aprender es una cosa y adquirir conocimientos es otra. El aprender es un proceso constante, no un proceso aditivo, no un proceso mediante el cual uno acumula y, entonces, desde allí actúa. Casi todos nosotros reunimos conocimiento como memoria, como una idea, lo almacenamos como experiencia, y actuamos a partir de eso. Es decir, actuamos desde el conocimiento: conocimiento tecnológico, conocimiento como experiencia, conocimiento como tradición, conocimiento que uno ha derivado de las tendencias particulares de su idiosincrasia; con ese trasfondo, con esa acumulación de conocimiento, experiencia, tradición, actuamos.

En ese proceso no hay aprender alguno. El aprender jamás es acumulativo; es un movimiento constante. No sé si alguna vez han investigado esta pregunta: ¿Qué es el aprender y qué es la adquisición de conocimiento? [...].

El aprender jamás es acumulativo. Ustedes no pueden almacenar el aprender y después actuar desde ese depósito. Aprenden sobre la marcha. Debido a eso, jamás hay un instante de regresión o deterioro o decadencia.»


11 de Enero

«¿Cuándo es posible aprender?

La función de la mente es investigar y aprender. Por aprender no entiendo el mero cultivo de la memoria o la acumulación del conocimiento, sino la capacidad de pensar clara y sanamente, sin ilusión alguna, comenzar desde hechos y no desde creencias e ideales. No hay aprender posible si el pensamiento se origina en conclusiones previas. Adquirir meramente información o conocimiento no es aprender. Aprender implica amar la comprensión y hacer una cosa por amor a la cosa misma que uno hace.

El aprender es posible sólo cuando no hay coerción de ninguna clase. Y la coerción adopta muchas formas, ¿no es así? Está la coerción ejercida por la influencia, por el apego o por la amenaza, por el estímulo persuasivo o por formas sutiles de recompensa.

La mayoría de las personas piensa que el aprender es alentado mediante la comparación, mientras que de hecho es lo contrario. La comparación genera frustraciones y tan sólo alienta la envidia; eso es llamado competencia. Como otras formas de persuasión, la comparación impide el aprender y engendra miedo.»


10 de Enero

«El aprender no es una experiencia

La palabra aprender tiene una gran significación. Hay dos clases de aprender. Para la mayoría de nosotros, el aprender significa acumulación de conocimientos, experiencias, tecnología, acumulación de destrezas, de un idioma. También está el aprender psicológico, el aprender gracias a la experiencia, o bien el aprender de las experiencias inmediatas de la vida, las cuales dejan cierto residuo; aprender de la tradición, de la raza, de la sociedad. Existen estas dos clases de aprender cómo encarar la vida: la psicológica y la fisiológica; la destreza externa y la destreza interna. En realidad, no existe una línea de demarcación entre ambas; se superponen.

No estamos considerando por el momento la destreza que aprendemos mediante la práctica, el conocimiento tecnológico que adquirimos a través del estudio. Lo que nos interesa es el aprender psicológico que hemos adquirido en el curso de los siglos o que hemos heredado como tradición, conocimiento, experiencia. A esto lo llamamos aprender, pero yo cuestiono que eso sea, en modo alguno, aprender. No hablo acerca de aprender una destreza, un idioma, una técnica, sino que me pregunto si la mente aprende alguna vez en lo psicológico. Ha aprendido, y con lo que ha aprendido se enfrenta al reto de la vida.

Está siempre traduciendo la vida o el reto nuevo, conforme a lo que ha aprendido. Eso es lo que hacemos. ¿Es eso aprender? El aprender, ¿no implica acaso algo nuevo, algo que no conozco y que estoy aprendiendo? Si tan sólo añado a lo que ya conozco, eso no es más aprender.»


9 de Enero

«Para aprender, la mente debe estar quieta

Para descubrir algo nuevo, usted debe empezar por su propia cuenta; debe iniciar un viaje estando completamente desnudo, en especial de conocimientos, porque es muy fácil tener experiencias merced a la creencia y al conocimiento; pero estas experiencias son tan sólo productos de nuestra propia proyección y, por lo tanto, son completamente irreales, falsas. Si usted ha de descubrir por sí mismo qué es lo nuevo, de nada sirve llevar la carga de lo viejo, especialmente el conocimiento el conocimiento de otro, por importante que sea el otro-.

Uno usa el conocimiento como un medio de autoproyección, de seguridad, y quiere estar muy seguro de que tiene las mismas experiencias que el Buda o Cristo o X. Pero un hombre que está constantemente proyectándose a sí mismo por medio del conocimiento, no es, evidentemente, un buscador de la verdad [...]. No existe sendero para el descubrimiento de la verdad [...].

Cuando usted quiere descubrir algo nuevo, cuando está experimentando con cualquier cosa, su mente ha de hallarse muy quieta, ¿no es así? Si su mente está llena, atestada de hechos, de conocimientos, éstos actúan como un obstáculo para lo nuevo; la dificultad para la mayoría de nosotros es que la mente se ha vuelto tan importante, tan predominantemente significativa, que interfiere todo el tiempo con cualquier cosa que pueda ser nueva, que pueda existir simultáneamente con lo conocido. Este conocimiento y el aprendizaje son obstáculos para quienes quieren buscar, para quienes desean tratar de comprender aquello que es intemporal.»


8 de Enero

«Mirar con intensidad

... Me parece a mí que el aprender es asombrosamente difícil, como lo es también el escuchar. Jamás escuchamos verdaderamente nada, porque nuestra mente no es libre; nuestros oídos están obturados con esas cosas que ya conocemos, de modo que el escuchar se vuelve extraordinariamente difícil. Creo o más bien es un hecho que si uno puede escuchar algo con la totalidad de su ser, con vigor, con vitalidad, ese acto mismo de escuchar es un factor que libera; pero, desafortunadamente, ustedes jamás escuchan, tal como jamás han aprendido al respecto.

Después de todo, uno aprende únicamente cuando entrega todo su ser a algo. Cuando uno dedica todo su ser a las matemáticas, aprende; pero cuando se halla en un estado de contradicción, cuando no quiere aprender pero es obligado a aprender, entonces el aprender se vuelve un mero proceso de acumular. El aprender es como leer una novela con innumerables caracteres; ello requiere atención plena, no una atención contradictoria. Si usted desea aprender acerca de una hoja, una hoja de la primavera o una hoja del verano-, debe mirarla realmente, observar su simetría, su textura, la cualidad de esa hoja viva.

Hay belleza, vigor, vitalidad en una simple hoja. Así, para aprender acerca de la hoja, de la flor, de la nube, de la puesta del sol, o acerca de un ser humano, uno debe mirar con toda intensidad.»


7 de Enero

«Escúchese a sí mismo

INTERLOCUTOR: Mientras estoy aquí, escuchándolo, me parece que comprendo, pero cuando me encuentro lejos de aquí, no comprendo, aunque trate de aplicar lo que usted ha estado diciendo.

KRISHNAMURTI: ... Usted tiene que escucharse a sí mismo y no al que le habla. Si escucha al que le habla, él se vuelve su líder, su método para comprender, lo cual es un horror, una abominación, ya que así ha establecido la jerarquía de la autoridad. Por lo tanto, lo que usted hace aquí es escucharse a sí mismo. Está mirando el cuadro que pinta el que le habla; ése es su propio cuadro, no el de él. Si eso está bien claro, que usted se está mirando a sí mismo, entonces puede que diga: «Bien, me veo tal como soy, y no quiero hacer nada al respecto», y ahí se termina la cosa.

Pero si dice: «Me veo tal como soy, y tiene que haber un cambio», entonces comienza a elaborar su propia comprensión, lo cual es por completo diferente de aplicar lo que dice el que le habla [...]. Si, en cambio, mientras uno está hablando usted se escucha a sí mismo, gracias a ese escuchar hay claridad, hay sensibilidad; ese escuchar hace que la mente se sane, se fortalezca.

Sin obedecer ni resistir, se torna despierta, intensa. Únicamente un ser humano así puede dar origen a una nueva generación, a un mundo nuevo.»


6 de Enero

«Escuchar sin esfuerzo

Ahora me está usted escuchando; no hace un esfuerzo para prestar atención, sólo está escuchando; y si en lo que escucha hay verdad, hallará que dentro de usted ocurre un cambio notable, un cambio no premeditado ni ansiado; tiene lugar una transformación, una revolución completa en la que rige sólo la verdad y no las creaciones de su mente.

Y, si me permite sugerirlo, usted debe escuchar de esa manera todo; no sólo lo que estoy diciendo, sino también lo que dicen otras personas, escuchar a los pájaros, el silbato de una locomotora, el ruido del autobús que pasa. Encontrará que cuanto más lo escucha todo, mayor es el silencio, y ese silencio no es roto, entonces, por el ruido. Sólo cuando ofrece resistencia a algo, cuando coloca una barrera entre usted mismo y aquello que no desea escuchar, sólo entonces existe una lucha.»


5 de Enero

«El escuchar trae consigo libertad

Cuando hacemos un esfuerzo para escuchar, ¿estamos escuchando? Ese esfuerzo mismo, ¿no es una distracción que impide el escuchar? Cuando usted escucha algo que le causa deleite, ¿hace un esfuerzo? [...]. No podemos percibir la verdad, ni ver lo falso como falso, mientras nuestra mente está ocupada, de cualquier forma que sea, con el esfuerzo, la comparación, la justificación o la condena [...].

El escuchar es, en sí mismo, una acción completa; el puro acto de escuchar trae su propia libertad. Pero ¿estamos realmente interesados en escuchar, en transformar nuestra confusión interna? Si usted escuchara... en el sentido de estar alerta a sus conflictos y contradicciones, sin forzarlos dentro de ningún patrón particular de pensamiento, tal vez estos conflictos y estas contradicciones podrían cesar por completo.

Vea, estamos constantemente tratando de ser esto o aquello, de lograr un estado especial, de capturar una clase de experiencia y de evitar otra, de modo tal que la mente está siempre ocupada con algo; jamás está quieta para escuchar el ruido de sus propias luchas y dificultades. Sea sencillo... y no trate de llegar a ser alguna cosa o de capturar alguna experiencia.»


4 de Enero

«Escuchar sin el pensamiento

No sé si alguna vez ha escuchado a un pájaro. Escuchar algo requiere que su mente esté quieta; no con una quietud mística, sino simplemente quietud. Yo le estoy diciendo algo; para escucharme, usted tiene que estar quieto, no tener toda clase de ideas zumbando en su mente. Cuando mira una flor mírela, no la nombre, no la clasifique, no diga que pertenece a tal especie; cuando hace todo esto, deja de mirarla.

Por eso digo que escuchar es una de las cosas más difíciles que hay: escuchar al comunista, al socialista, al diputado, al capitalista, a cualquiera, a su esposa, a sus hijos, a su vecino, al conductor del autobús, al pájaro... simplemente, escuchar. Sólo cuando escucha sin la idea, sin el pensamiento, está usted directamente en contacto; estando en contacto, sabrá si lo que él está diciendo es verdadero o falso; no tendrá que discutir al respecto.»


3 de Enero

«Más allá del ruido las palabras

El escuchar es un arte que no se obtiene fácilmente, pero en él hay belleza y gran comprensión. Escuchamos con distintas intensidades de nuestro ser, pero nuestro escuchar es siempre con una idea preconcebida o desde un punto de vista particular. No escuchamos simplemente; se interpone siempre la pantalla de nuestros propios pensamientos, de nuestras conclusiones, de nuestros prejuicios [...]. Para escuchar tiene que haber quietud interna, una atención relajada; hay que estar libre del esfuerzo de adquirir. Este estado alerta y, no obstante, pasivo, puede escuchar lo que está más allá de la conclusión verbal.

Las palabras confunden; son sólo medios exteriores de comunicación; pero para comunicarnos más allá del ruido de las palabras, en el escuchar tiene que haber una pasividad alerta. Los que aman pueden escuchar; pero es extremadamente raro encontrar a alguien que escuche. Casi todos vamos tras de resultados, queremos alcanzar metas; estamos siempre venciendo y conquistando; en consecuencia, no escuchamos. Sólo cuando uno escucha, oye la canción profunda de las palabras.»


2 de Enero

«Dejar de lado las pantallas

¿Cómo escucha usted? Escucha con sus proyecciones, a través de lo que proyecta, a través de sus ambiciones, deseos, temores, ansiedades, escuchando únicamente lo que desea escuchar, lo que será satisfactorio, lo que habrá de gratificarlo, lo que le brindará consuelo, lo que aliviará momentáneamente su sufrimiento? Si escucha a través de la pantalla de sus deseos, entonces escucha su propia voz, es obvio; está escuchando sus propios deseos.

Existe alguna otra forma de escuchar no sólo lo que está diciendo, sino todo: la gritería de las calles, el parloteo de las aves, el ruido del tranvía, el mar agitado, la voz de nuestro marido, de nuestra esposa, de nuestros amigos, el llanto de un bebé...? Escuchar es importante sólo cuando no estamos proyectando nuestros propios deseos por medio de aquello que escuchamos. Puede uno dejar de lado todas estas pantallas a través de las que escucha, y escuchar realmente?»

1 de Enero

«Escuchar con facilidad

¿Alguna vez se ha sentado usted muy silenciosamente, no con la atención fijada en algo, no haciendo un esfuerzo para concentrarse, sino con la mente muy quieta, realmente silenciosa? Entonces escucha todo, ¿no es así? Escucha tanto los ruidos lejanos como los que están más próximos, y también los sonidos inmediatos, muy cercanos a usted, lo cual significa que presta atención a todo. La mente no está restringida a un solo canal estrecho y pequeño.

Si puede escuchar de este modo, con facilidad, sin esforzarse, hallará que dentro de usted se produce un cambio extraordinario, un cambio que adviene sin que ponga voluntad en ello, sin que lo pida; en ese cambio hay gran belleza y profundidad de discernimiento.»

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